Dibujando lo invisible

Ser “cientific dessiner” un científico que dibuja significa navegar entre la precisión y la creatividad. Cada trazo requiere equilibrio: no perder la exactitud del dato, pero al mismo tiempo darle vida para que el mensaje fluya. Porque comunicar ciencia no es únicamente enseñar, sino también contar una historia que despierte emoción y comprensión.
La ciencia está llena de maravillas que no podemos ver a simple vista: moléculas diminutas, partículas que viajan en silencio, mecanismos celulares que ocurren en fracciones de segundo. Por otro lado, también está llena de conceptos o mecanismos que explicar. Incluso tomando una foto a veces no entendemos. Nuestro cerebro necesita imágenes para comprender, recordar y emocionarse. Ahí es donde entra en juego el trabajo de un ilustrador o grafista científico: transformar lo invisible en algo tangible, visible y cercano. 
Animar conceptos científicos es todo un reto. Primero hay que entender el concepto, pero luego lo que quiere ilustrar la persona que solicita la ilustración y además comprender lo que los demás podrán apreciar una vez terminada la obra. Es un trabajo divertido, pero necesita comprender a muchas personas y tener conocimientos en el tema a ilustrar.  Se trata de traducir un lenguaje complejo en formas, colores y movimientos que conecten con la mente y la curiosidad de quien observa. Una proteína puede volverse un personaje con un rol definido; una reacción química, una coreografía precisa; un proceso metabólico, un viaje lleno de paisajes microscópicos. O un simple dibujo que responda a la descripción científica de algo todavía no visto. En este caso hay que tener cuidado. Ya que puede inducir al error. ¿Por ejemplo, te acuerdas de cómo nos dibujaban un átomo en la escuela y como se descubrió recientemente su forma? Esto complica todo ya que un dibujo 2D no lo puede representar. Un dibujo 3D se aproxima si agregas animación como en un video. Algún día nos aproximaremos. ¡Todo para poder comunicar la ciencia! 
Dibujar lo invisible es, al final, una forma de tender puentes: entre el laboratorio y la sociedad, entre lo técnico y lo humano, entre el asombro científico y la imaginación colectiva.
